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ACERCA DE LA EXPOSICIÓN
Pop Colonialismo
CURADURÍA: Virginia Pérez-Ratton
Abril – Junio 2001
(Per) versiones de Nadín Ospina
POP-Colonialismo, un proyecto plástico transgresor del artista colombiano Nadín Ospina, en TEOR/éTica
Texto por Tamara Díaz Bringas. Publicado en Áncora.
“Al principio, Él [Sibö] los dejó allí; luego los trajo hasta aquí en forma de piedra, los dejó hechos de piedra. Sin embargo, eran seres no humanos, y ahora se multiplican igual que nosotros. En apariencia, los extranjeros y nosotros somos parecidos”.
Así termina la Historia de los extranjeros blancos, relatada por los pueblos bribris de Talamanca. Y de algún modo, ese antiguo relato podría servir de comentario a la obra reciente de Nadín Ospina, basada en la hibridación de producciones precolombinas y personajes animados de la cultura de masas multinacional.
Por lo demás, el trastorno de temporalidades y contextos no es ajeno a la propuesta del artista colombiano, indiferente a delimitaciones y jerarquías convencionales. En sus obras, un chamán de hace dos mil años puede tener el rostro del pato Donald, mientras las antiguas y enigmáticas esferas de la región del Diquis lucen orejas del ratón Mickey.
El procedimiento de Ospina parece tan sencillo y divertido como un juego: a partir de piezas precolombinas, se vale de reproducciones de catálogos que interviene—photoshop mediante—con atributos de algunos íconos de la cultura de masas, especialmente de famosos personajes de los dibujos animados. Luego entrega los bocetos e indicaciones a los hábiles artesanos de cada país donde trabaja, quienes se encargarán de realizar su proyecto. Ahora bien, las connotaciones de esa operación simple son harto complejas e involucran connotaciones que van desde el arte y su funcionamiento hasta procesos socioculturales diversos.
Cuestionamiento agudo
De esa manera, Ospina nos coloca ante la circunstancia de que la obra de arte no es aquí producto de un dominio del oficio; pues en ese caso, el virtuosismo técnico sería más bien el del artesano que ejecuta la idea del artista, quien limita su intervención a combinar elementos ya existentes. Sin embargo, esa acción es precedida por un riguroso proceso de investigación y, sobre todo, de cuestionamiento agudo y constante sobre la cultura contemporánea, todo lo cual funda la solidez de su propuesta conceptual.
No obstante, la ejecución de las piezas tampoco es un proceso indiferente. El trabajo con artesanos que cotidianamente producen versiones de piezas precolombinas, sugiere que la investigación del artista no se dirige tanto a las creaciones prehispánicas, como a los usos actuales de esas producciones. Así, cuando Nadín Ospina delega a los artesanos locales la realización de sus proyectos, de cierta forma los hace cómplices de su transgresión, al mismo tiempo que los enfrenta a las suyas propias.
Mickey folclórico
Después de todo, si la inserción de los famosos personajes de Disney en la sacralidad de las piezas precolombinas pudiera parecer blasfema, el trato que habitualmente damos a esas producciones no lo es menos. Indiferentes a su contexto y funciones, las convertimos en objetos estéticos clausurados por la mirada y las vitrinas.
Pero en la obra de Ospina también Mickey y el pato Donald son momificados en artesanías folclóricas o piezas arqueológicas. En ese sentido, habría una desenfadada reversión del proceso que convierte en exóticos los productos locales, mientras prodiga sus íconos como una suerte de lengua franca de la cultura multinacional. No por gusto el título de la muestra—“POP-Colonialismo”—hace referencia a un colonialismo cultural que tendría su expresión simbólica en los populares personajes animados, pero no solo en ellos.
De cualquier forma, los apócrifos precolombinos de Nadín Ospina parecen sugerir más bien la imposibilidad—o al menos la inutilidad—de distinguir los pares modelo/copia, verdadero/falso, local/global. Entonces, lo que se toma de la cultura “hegemónica” no son originales, sino sus emblemas masificados, reproducidos hasta el cansancio. Mientras, las piezas precolombinas—“lo propio”—devienen producto de exportación, consumido sobre todo por un turismo igualmente masificado.
Simpático chiste
En la propuesta de Ospina se trata de transgredir los valores y jerarquías convencionales, haciéndolos fracasar repetidamente. Así, lo sacro y lo profano, lo propio y lo ajeno, lo local y lo transnacional intercambian lugares, en referencia a una constante negociación de identidades. Todo ello, desde una práctica del pastiche y la intertextualidad que avanza presidida por el humor y la parodia. De tal modo, la dimensión lúdica hace que la crítica más mordaz pase por el simpático chiste.
Por otra parte, el artista deja claro que su simulacro no pretende engañarnos, sino más bien exhibir su artificio. De ahí que Ospina incluya la indicación “a la manera de…”, para dejar referencia de la pieza precolombina que le sirvió de modelo. Asimismo, la inserción de los personajes de Disney en los falsos precolombinos, procura conservar sin embargo su apariencia, haciendo más sutil el extrañamiento.
Así, en este complejo tejido de significaciones, queda en escena un colonialismo—“POP -Colonialismo”—que, aún cuando se vista de nativo, es delatado por sus orejas.
INFORMACIÓN
ARTISTAS: Nadin Ospina
SALAS: TEOR/ética
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