2004

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ACERCA DE LA EXPOSICIÓN


Todo Incluido

CURADURÍA: Virginia Pérez-Ratton y Santiago B. Olmo

FECHAS EXPOSICIÓN: Noviembre – Diciembre 2004


Todo Incluido

Un proyecto de exposición multidisciplinaria por Santiago B. Olmo y Virginia Pérez-Ratton

Cuartel del Conde-Duque, Madrid. Octubre 2003.

Centroamérica en sus ciudades: Introducción

Cada ciudad proyecta  de sí misma, y en ocasiones a pesar de sí misma, una imagen hacia el resto del mundo, elaborando sus símbolos mediante complejos procesos de autoestima (los cuales, particularmente en regiones como la centroamericana, con frecuencia provienen de discursos oficiales de promoción) y autocrítica en los que intervienen tanto la vida popular y cotidiana de los ciudadanos como los proyectos urbanísticos y arquitectónicos, las vicisitudes  socioeconómicas y políticas, así como el legado de la historia y su gestión como patrimonio. El campo artístico y cultural incide sutilmente en esos procesos, entablando reelaboraciones críticas sobre las imágenes asentadas por los tópicos, la voluntad institucional, las operaciones mediáticas o el peso de una historia sin resolver.

Esta proyección de sí se manifiesta de manera extraña en un territorio cultural como Centroamérica, a la vez disperso e integrado tanto por su historia como por su propia geografía. Es un espacio de contradicciones constantes, en el cual lo rural se opone a lo urbano, pero dentro de una permanente permeabilidad de realidades y ficciones, y da como resultado la conformación de complejas estructuras nacionales cuyos procesos de simbolización, en continua ruptura, se disuelven en una historia de drama y violencia. Dentro de un panorama de influencias cruzadas y mal digeridas, de cercanía aparente pero de aislamiento real, lo que caracteriza sorprendentemente a las ciudades centroamericanas en su mayoría es el hecho de que cada una a su vez logre mantener una personalidad y una identidad que la diferencia de las otras. La Historia teje sus redes entre ellas, alternando sus personalidades a través de avatares imprevistos. 

La Centroamérica de la Capitanía mantiene una importante relación con México, heredada de tiempos coloniales. Se comparten algunos patrones culturales, pues además la producción audiovisual mexicana durante años competía con la norteamericana en los medios regionales, hasta recientemente que la producción colombiana, venezolana y brasileña han tomado más espacio. Belice es aún terreno anglófono, de lenta integración política, que mira más hacia el Caribe que hacia tierra firme. Panamá, por razones obvias, se encuentra más ligado a los Estados Unidos, aunque la influencia norteamericana es evidente en toda la región y las reiteradas historias de ocupación no solo atañen a la Zona del Canal. La presencia de México ha sido un punto constante de la historia, desde los amagos de anexión del istmo luego de la independencia en 1821, hasta los tratados de libre comercio de los tiempos globales. Por otro lado, México ha sido la metrópolis más cercana y accesible para intelectuales, artistas, escritores y músicos en busca de espacios creativos menos provincianos y con más oportunidades, y sobre todo en los años sesenta, centro de formación de buena parte de los arquitectos de la región. Las relaciones con América del Sur han sido menos cercanas, y las comunicaciones y el acceso difíciles hasta hace pocos años. Sin embargo, Chile fue un centro de formación para un brillante plantel docente costarricense en los años cuarenta y cincuenta, y la inmigración de argentinos, uruguayos y chilenos en épocas de dictadura constituyó un indiscutible aporte al desarrollo cultural de la Costa Rica de los setenta.

Santiago de los Caballeros, en Guatemala, fundada en plena región cakchiquel, tuvo varios asentamientos desde 1524 hasta 1527, cuando se convirtió en la capital colonial. La Capitanía General de Guatemala era la sede del poder administrativo y eclesiástico desde Chiapas (hoy integrado a México) hasta las sierras de Talamanca en Costa Rica. El otro polo de poder se encontraba completamente al Sur, en Panamá, donde se habían dado las primeras fundaciones hispanas en el continente: Santa María de Belén en 1503, Nombre de Dios en 1509, Santa María la Antigua del Darién en 1510 y Panamá la Vieja en 1519. Pedrarias Dávila selló el destino interoceánico de Panamá articulando un eje entre Nombre de Dios, más tarde Portobelo en el Caribe y Panamá en el Pacífico. Mientras que la independencia de la región mesoamericana dio como resultado la configuración de cinco estados (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) Panamá seguía unida a lo que fuera el Virreinato de Nueva Granada (Colombia) hasta los primeros años del siglo XX, donde se trastoca su independencia por el enclave del poder norteamericano, por los intereses ligados al Canal.

El poder colonial asentado en lo que hoy se conoce como la Antigua Guatemala cambia de emplazamiento a finales del siglo 18 por una imperativa y estricta orden real, consecuencia de devastadores terremotos que asolan a la vieja ciudad, orden que impide a sus habitantes regresar a sus palacios, casas y conventos y les obliga a trasladarse a la nueva capital, la Nueva Guatemala de la Asunción, en el Valle de la Ermita, cuyos planos se aprueban en 1776. Esta ley llega al extremo de ordenar incluso destruir lo que puede ser restaurado, para evitar el regreso de los santiagueños, o quitar elementos decorativos arquitectónicos para ser trasladados a la nueva ciudad. Hoy es un conglomerado de gloriosas ruinas de innumerables iglesias barrocas, testigos silenciosos de un antiguo esplendor a los pies del Volcán de Agua, imponente en su cónica perfección azulada y su amenazante presencia. Los conventos de las dieciséis órdenes monásticas del siglo 16 han sido hoy parcialmente remozadas para el turismo, las antiguas casas nobles restauradas como hoteles de lujo, restaurantes, casas de recreo, centros culturales y archivos históricos, comercios y discotecas, y la antigua sede del poderío español en Centroamérica se ha convertido en un romántico y nostálgico destino turístico, cuya arquitectura colonial y calles empedradas remiten a un tiempo que fue pero que se añora. 

El centro cultural, económico y político de la región palpitaba de alguna forma aún en la ciudad de Guatemala, sin embargo, una larga guerra civil desarticula y desgasta todas sus estructuras, y la hace perder su liderazgo, a pesar de su crecimiento y dimensión de gran ciudad. Paradójicamente, la pequeña San Salvador, de alguna manera preservada de su propio conflicto armado, se perfila como uno de los centros económicos más poderosos del área, aunque culturalmente es la ciudad de San José la que ha presenciado mayor desarrollo.

San Salvador había desempeñado un papel fundamental durante el proceso que siguió a la Independencia de 1821, como uno de sus principales centros políticos y, posteriormente, como se apuntaba más arriba, como un importante polo económico. En las últimas décadas de la guerra, una guerra que se desata sobre todo en el campo, la ciudad aglutina una iglesia ilustrada y militante que se coloca junto a una intelectualidad revolucionaria y laica, frente a las oligarquías conservadoras, pero tras la paz, en contraposición al auge económico, se halla inmersa en un marasmo de delincuencia e inseguridad ciudadana, reflejo de la permanencia de las desigualdades socioeconómicas que la guerra no logró resolver y en parte producto de la extremización de las maras (violentas turbas de jóvenes) por la repatriación de salvadoreños hijos de inmigrantes a los Estados Unidos y que se integraron en las pandillas de ciudades como Los Angeles.

San José de Costa Rica, fundada como la Villa Nueva en 1737, adquiere el estatus de capital en 1823, pues la capital colonial había sido Cartago desde su fundación alrededor de 1572. San José se perfila en el siglo 20 como una capital de excepción en el área, con un régimen laico, sobre todo en la primera parte del siglo, una economía en relativo crecimiento, una tradición más democrática que el resto del istmo y una importante inversión en educación pública, lo cual permite una movilidad social ausente del resto de los países de la región. En 1948, después de una corta revolución, el ejército había sido abolido por ley de la República y los presupuestos del Ministerio de la Guerra destinados a la educación. San José, una ciudad poco urbana hasta los años setenta, se encontraba arraigada en lo rural por su economía dependiente del cultivo del café y la caña de azúcar, fincas que colindaban prácticamente con los linderos de la ciudad. Sus tradiciones democráticas y su aparente igualdad social y tolerancia, y un entorno natural privilegiado, han construido mitos sobre su identidad como pueblo pacífico, educado y ecológico. La dedicación de un 15% de su territorio a parques nacionales y reservas también contribuyó a la construcción de esta identidad. Por otro lado, en los años ochenta, una declaración de neutralidad afianza su posición como líder de la paz en Centroamérica, aunada al Premio Nobel de la Paz otorgado a su presidente de entonces, Óscar Arias.

Al inicio de los años setenta, una bonanza económica y gobiernos ilustrados habían permitido la creación de una infraestructura cultural, la cual también se vio beneficiada por la presencia de intelectuales, artistas y académicos suramericanos asilados en el país. Durante los ochenta, la grave crisis económica interna se ve matizada por la ayuda externa, tanto de organismos internacionales de cooperación como por la presencia de oficinas humanitarias para atender los movimientos migratorios originados por las guerras vecinas, y el país adquiere importancia estratégica por su posición neutral entre la Nicaragua sandinista y la Panamá de Noriega. Sin embargo, esta ayuda poco hace por el repentino crecimiento de la ciudad josefina, rodeada cada vez más por cinturones de miseria habitados en un alto porcentaje por inmigrantes centroamericanos pero también por costarricenses proletarizados por la crisis. La ciudad actual es víctima de su crecimiento sin planificación, de contaminación ambiental y de creciente criminalidad.

Managua, como la mayor parte de Nicaragua, ha sido un cúmulo de desgracias y convulsiones desde su fundación como capital de Nicaragua en el siglo 19. La dictadura somocista de más de cuarenta años incide en todos los aspectos de la vida nicaragüense. A fines de 1972, la ciudad se ve destruida por un violento terremoto, y queda sin reconstruir por orden de Somoza, quien planea una especulación inmobiliaria en un futuro y rodea los escombros de alambradas durante varios años, aludiendo a labores de limpieza y peligro para los pasantes. Sus planes se ven truncados por el ascenso de los Sandinistas después de su victoria en 1979. Managua tampoco es reconstruida en ese momento y ahora es una no-ciudad de existencia fragmentada, cúmulo de disparates y paradojas urbanas: su centro está constituido por solares vacíos y ruinas aún en pie, que hasta hace poco albergaban a gente sin techo. El espacio está dominado por la torre inclinada del Hotel Intercontinental contra la loma, que mira al Lago, las ruinas de la catedral y el Palacio Nacional, y a lo lejos, en un yermo poblado de palmeras, se yergue la nueva catedral, ultramoderna, construida bajo el sandinismo. Junto al Lago se construyó en la misma época un gran auditorio donde se recibió al Papa, y hoy constituye el único parque de esparcimiento junto a las aguas más contaminadas de la región (las aguas fecales se vierten al lago sin tratamiento alguno), todo esto en un paisaje paradisiaco dominado en la lejanía del horizonte por un volcán, aún hoy activo. Las dos ciudades históricas, Granada y León, vestigios de una primacía colonial, en alguna medida han sido preservadas del desarrollismo y la codicia, pero ambas han sufrido las consecuencias de los desastres naturales y las guerras.

Tegucigalpa, capital de Honduras, ciudad de colinas y empinadas cuestas, atravesada por el Río Chiquito, nunca fue realmente fundada, al contrario de San Pedro Sula (1536) y de Valladolid de Comayagua (1537), primera capital de la provincia. Tegucigalpa se caracteriza por un desarrollo anárquico que une varios caseríos (entre 1540 y 1546) bajo el signo de la minería de plata, hasta que el siglo 17 ve consolidarse una oligarquía criolla basada en la explotación minera. Para mediados del siglo 19 apenas contaba con unos 12.000 habitantes, un pueblo de casas bajas, techos entejados y muros de colores, inmortalizada por el pintor naïf local Velázquez. Actualmente, trata de reconstruir los despojos del huracán Mitch que con su furia implacable inundó todo lo que pudo con toneladas de agua embarrialada que llegaron hasta las copas de los árboles en las áreas bajas. Tegucigalpa es una de las ciudades más pobres, que ni siquiera cuenta con un catastro total de la ciudad, y en la cual se oponen lujosas residencias y precarios lado a lado, muros de protección y comercios populares. San Pedro Sula, en la costa Atlántica, es en realidad el pulmón económico del país, con zonas francas de industrias de transformación (maquilas) y centro del valle bananero.

Panamá se integra con Belice a Centroamérica ya en los años 80, pues ambos países se independizan tardíamente—Panamá en 1903 y Belice hace cerca de 30 años, uno de Colombia y el otro de Gran Bretaña. A partir de la reversión del Canal de Panamá, y desde unos años antes, ha habido acercamientos políticos y sobre todo económicos, a pesar de muchos aspectos que lo separan del resto del istmo—no solo su angosta geografía, que lo define como un país marítimo totalmente, sino por sus particulares relaciones con los Estados Unidos. No solo su historia es diferente, sino su estructura como ciudad: es la única capital centroamericana que a la vez es puerto y entrada de una vía interoceánica. Una ciudad dicotómica, por un lado un centro financiero y comercial con rascacielos y torres de oficinas, con más bancos que residencias, de frente al casco de San Felipe, la antigua ciudad directamente sobre el mar, bella y decrépita, ahora en proceso de restauración y recuperación/especulación inmobiliaria. Del lado Caribe, se enfrentan dos glorias pasadas: Portobelo, el famoso puerto fortificado de las ferias anuales del siglo 16, cuya fama se va difuminando a partir del siglo 17 con la pérdida del poderío marítimo español, permaneciendo solo su población de negros cimarrones, y Colón, la entrada atlántica del canal, convertida a inicios del siglo 20 en el centro de comercio y encuentro social, uno de los puertos de placer junto con La Habana y Manaos, famosa por sus espectáculos y diversiones. Actualmente, su arquitectura de los 20s y los 30s, abandonada por comerciantes enriquecidos que se han trasladado a Ciudad Panamá, se ha visto intervenida por poblaciones pauperizadas que siguen la tradición comercial y de importación en complicadas condiciones, con una ciudad en degradación constante y criminalidad en aumento.

Notas sobre la imagen de lo urbano

A pesar de sus personalidades particulares y de su configuración urbana heredada de un trazado colonial similar, pareciera que las ciudades centroamericanas no proyectaran una imagen propia, a juzgar por diversos documentos históricos en los cuales no se desarrolla realmente un tópico específico ni se apuntan monumentos de identificación, exceptuando tal vez el caso de San José, que invariablemente aparece representada por el Teatro Nacional—prácticamente el único edificio histórico, de los pocos que quedan, con el que se identifican los “ticos”, de un estilo ecléctico afrancesado, y orgullo de la burguesía liberal de fines del siglo 19. En el fondo, la mayoría de las imágenes históricas que prevalecen son las de los edificios eclesiásticos, bastante austeros con excepción brillante de Guatemala, y algunos edificios administrativos coloniales o republicanos que aún no han sido destruidos ni por los desastres naturales ni por los desastres urbanísticos de la mano del hombre. Una que otra glorieta o kiosco de la música, una que otra plaza de artillería, es poco realmente lo que aún permanece. Sin embargo, los archivos fotográficos en Guatemala y Panamá son acervos de riqueza impresionante, a la medida de sus historias. 

El resto de Centroamérica en gran medida transmite más bien imágenes ligadas a hechos específicos mencionados en los textos, o remite a aspectos de carácter etnográfico, folclórico o turístico. 

Por otro lado, es preciso recalcar la omnipresencia y la actividad de la cadena volcánica a lo largo del istmo, que insiste en recordarle periódicamente a sus poblaciones de su existencia. De igual forma, sus tradicionales fuentes de riqueza en el agro, han hecho que en muchos casos los elementos identitarios se orienten más bien hacia lo que define la tierra que hacia lo que define la ciudad, pues el centroamericano de la ciudad no se asumía durante mucho tiempo como un verdadero habitante urbano sino como un campesino que vivía en una ciudad.

La ciudad centroamericana se ha visto marcada por procesos fundacionales fallidos: muchas de las villas y ciudades fueron fundadas en sitios poco propicios, solo para ser trasladadas pocos años después. Por otro lado, han existido tensiones y rivalidades por poder entre ciudades en muchos de los países: Guatemala y Quetzaltenango, Tegucigalpa y Comayagua (Honduras), Granada la conservadora y León el liberal (Nicaragua), Cartago como primera capital de Costa Rica, ciudad de tendencias conservadoras, frente a la nueva capital, San José, de corte republicano.

El arte y la ciudad centroamericana

Los artistas en las dos últimas décadas han desempeñado un papel esencial dentro de un movimiento de interés por lo urbano y de conciencia en la recuperación de una imagen de la ciudad que contenga una reflexión social, estética y también política. Esta recuperación también busca incidir directamente en la desmitificación de imágenes construidas y estereotipadas sobre cada una de ellas. En estos últimos años ha sido quizá la fotografía el medio de las artes visuales que, en Centroamérica, más directamente ha abordado el fenómeno de lo urbano, y en otros campos, la poesía y la nueva novela y cuento urbanos, en menor medida el cine. Dentro del campo de la arquitectura se puede mencionar la aparición del Instituto de Arquitectura Tropical en San José, fundado por Bruno Stagno y otras iniciativas que conducen levemente a un replanteamiento frente a la tradicional y masiva adopción de modelos foráneos inadaptados a las condiciones climáticas y el entorno social centroamericano. También se debe mencionar un despertar de la conciencia patrimonial y de algunos intentos de conservación arquitectónica. La conservación tuvo un apoyo decidido de la Agencia Española de Cooperación, pero en los últimos años solamente se han destinado fondos para edificios del período de dominio español, dejando fuera las áreas prehispánicas así como el patrimonio de la era republicana.

A pesar de una producción artística relativamente convencional en la mayor parte de los países, es paradójicamente desde un activo sector de las artes visuales que se han abordado recientemente problemáticas de tipo social, como la identidad de las minorías, la vida de los marginados, el parque central como lugar de encuentro de los emigrantes, los transportes urbanos o la vida de barrio; temas de la identidad monumental de la ciudad, como el monumento a los próceres de la patria o la degradación de los edificios emblemáticos, pero también sobre la estructura urbana como la forma descriptiva en que se entienden las direcciones de las casas en Costa Rica y Nicaragua, por ejemplo.

La performance, la acción artística y el arte en espacios públicos exteriores se ha desarrollado especialmente en Guatemala, como una reacción y una estrategia de acción frente a la inopia institucional y la carencia de espacios expositivos adecuados, pero también como mecanismos de denuncia y ejercicios de memoria. Costa Rica y Nicaragua han desarrollado temáticas relacionadas con lo femenino, el trabajo y las secuelas de la violencia política y delictiva. En Honduras, un centro inicialmente orientado hacia el arte de las mujeres ha ido ampliando su campo de acción hacia actividades regionales de producción y crítica y ha sido el detonante para la conformación de nuevos colectivos de artistas jóvenes como “Arteria”. Panamá presenta también una renovación, dentro de medios audiovisuales, que apunta hacia la experiencia de lo urbano/caótico y en donde, más que en otros países, la ironía y el humor transparecen en buena parte de la producción. 

La ciudad en el arte no aparece de una manera precisa, todo es difuso e inestable, quizás porque las ciudades en Centroamérica han sido marcadas por la precariedad en todo sentido. La ciudad centroamericana se ofrece hoy como una metáfora muy precisa y a la vez suficientemente ambigua y desigual de lo que sucede tanto en la creación como en lo social.

El cine y la fotografía han abordado las diferencias regionales como especificidad urbana, especialmente en Costa Rica, Nicaragua y Panamá, en lo que respecta a la división cultural que se establece entre las ciudades de la costa del Pacífico, tierras altas y calles centrales, y aquellas que se sitúan en la costa del Atlántico donde las tradiciones culturales están más ligadas al mundo caribeño y en la lengua al inglés, así como a otros problemas relacionados bien con la existencia de poblaciones autóctonas no integradas en la cultura nacional (como en Nicaragua los indios Misquitos, los Garífunas desde Guatemala hasta el norte de Nicaragua, o los indígenas de las costas costarricenses y panameñas) o con la importación de trabajadores antillanos negros para el trabajo en las plantaciones bananeras, la construcción del canal interoceánico o los ferrocarriles. El panorama ofrece una intensísima variedad y multiplicidad temática que también en las obras se abre a una gran diversidad formal. Frente a una mirada que privilegia el paisaje urbano se construye otra que da cuenta del paisaje humano de lo urbano. En términos generales puede plantearse que por el momento, la experiencia de lo urbano se refleja en buena parte de las manifestaciones artísticas como algo que parte más de lo individual que de lo colectivo.

Cambios institucionales y activismo artístico: los grupos independientes

Resulta interesante y desde todo punto de vista esencial resaltar cómo la escasez de contactos entre ciudades y entre países en la región ha generado por un lado, un espacio abstracto y vacío de imágenes, pero que por otro ha sido justamente el detonador para que, en los últimos años, se haya implantado la existencia de grupos y colectivos independientes de artistas e intelectuales en cada una de las capitales. Esto ha conducido a una construcción de imágenes nuevas pero sobre todo de proyectos comunes que tienen a una integración de la cultura regional supliendo la ausencia de instancias e iniciativas institucionales. En Guatemala funcionan, entre otros, Colloquia, un espacio de exposiciones y actividades diversas de medios muy variados, el proyecto curatorial La Curandería con Rosina Cazali, el espacio Contexto con Belia de Vico, el colectivo Casa Bizarra, y la publicación feminista La Cuerda. En Honduras, Mujeres en las Artes se funda cerca de 1999, Arteria en el 2000, y el proyecto de San Juancito un poco antes (impulsado por la artista hondureña Regina Aguilar que ha transformado el edificio del antiguo consulado norteamericano situado en un pueblo de intensa minería de plata hasta hace varias décadas, en un centro de talleres y actividades artesanales). En Nicaragua, Artefactoría, un espacio fundado después del desmantelamiento de las estructuras culturales al caer los Sandinistas, una especie de neo-fluxus que publica una revista trianual, Artefacto, en la que se incluyen artes visuales, creación literaria y ensayo, ahora se ve acompañado por el taller crítico y práctico de Patricia Belli, y algunas otras iniciativas más pequeñas. En Costa Rica el espacio TEOR/éTica ha venido impulsando una integración regional de estos grupos independientes a través de encuentros teóricos y exposiciones. Finalmente en Panamá trabaja sobre la idea de la ciudad un activo grupo de artistas alrededor de la revista Mogo, mientras otro grupo lo hace alrededor de Talingo, una publicación que distribuye un periódico de la ciudad, pero que posee vida propia. Por otro lado se ha constituido la Fundación ARPA para el arte contemporáneo. Además de estos colectivos, proyectos y espacios, todos privados, independientes y sin fines de lucro, situados en cada país, existen otros regionales como Incorpore y algunos que tienen un ámbito latinoamericano como Enredarte y La Red, estos sobre todo orientados hacia la producción, difusión y distribución de las artes escénicas, musicales y performativas.

Notas sobre la configuración de la muestra

El proyecto de Centroamérica en las Ciudades propone una inmersión en las realidades urbanas actuales, integrando diversos puntos de vista, lecturas y análisis, siguiendo las propuestas que las artes visuales, el cine, el debate de los escritores y a la actividad de los grupos independientes han ido planteando a lo largo de esta década.

El objetivo no es trazar un panorama exhaustivo de las artes visuales, por el contrario, se apunta más bien a acercar el espectador a la vida de estas ciudades y comunidades en gran medida desconocidas, a través de trabajos que se han centrado en la ciudad como fenómeno de la contemporaneidad. 

INFORMACIÓN


ARTISTAS: Regina Aguilar (Honduras, 1954), Brooke Alfaro (Panamá, 1949), Gustavo Araujo (Panamá, 1965-2008), Adrian Arguedas (Costa Rica, 1968), Moisés Barrios (Guatemala, 1946), Carlos Capelán (Uruguay, 1948), Luciano Capelli, Mercedez Ramírez, Wilbert Carmona (Nicaragia, 1983), Sila Chanto (Costa Rica, 1969-2015), Guillermo Escalon, Igor de Gandarias (Guatemala, 1953), Regina Galindo (Guatemala, 1974), Ocar García, Luis González Palma (Guartemala, 1957), Claudia Gordillo (Nicaragua, 1954), Abigail Hadeed (Trinidad y Tobago, 1963), Jonathan Harker (Ecuadro, 1975), Gabriela Hernández, Federico Herrero (Costa Rica, 1978), Florence Jauguey, Aníbal López (A 153167) (Guatemala, 1964-2014), Xenia Mejía (Honduras, 1958), Rodolfo Molina, Ronald Morán (El Salvador, 1972), Rodrigo Pacheles, Eugenia Picado, Loida Pretiz (Costa Rica, 1957), Raúl Quintanilla (Nicaragua, 1954), Alejandro Ramírez, Oscar Rivas, Lester Rodríguez (Honduras, 1984), Ernesto Salmerón (Nicaragua, 1977)

SALAS: TEOR/ética

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