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ACERCA DE LA EXPOSICIÓN
Rosa Elena pinta
02 MARZO – 18 MAYO 2019
Curaduría: Miguel A. López
Rosa Elena Curruchich (1958-2005) ha sido considerada por muchos investigadores y artistas como la primera pintora mujer en San Juan Comalapa, un municipio del departamento de Chimaltenango, en Guatemala. Ella empezó a pintar de forma autodidacta a mitad de los años setenta. Su trabajo documentaba las costumbres, la vida laboral, las fiestas religiosas y los vínculos familiares y comunitarios, siempre desde una mirada atenta que subrayó el rol de las mujeres en los procesos de organización social indígena.
Rosa Elena era parte de una familia de pintores (era nieta de Andrés Curruchich, quien se convirtió en el más renombrado pintor de Comalapa gracias al reconocimiento internacional que obtuvo en los años cincuenta). Sin embargo, su trabajo pictórico no fue bien recibido debido a los recelos y prejuicios asociados a la fuerte tradición masculina de la pintura en su comunidad. Según Linda Asturias de Barrios y Mónica Berger, Rosa Elena fue tan “duramente criticada” y se “sintió tan presionada” que incluso “cambió de residencia”. El formato en miniatura de su obra responde a que mucho de su trabajo fue realizado a escondidas y con mucha reserva. Según algunos testimonios locales, su esposo –una persona autoritaria– le prohibía pintar, pero además integrantes de su propia familia opusieron una fuerte resistencia a que ella se dedicara al oficio, lo que le valió en varios momentos el rechazo y la soledad.
Su primera exposición fue en 1979 en la Alianza Francesa de la ciudad de Guatemala, donde vendió todas sus obras. Luego de ese momento, Rosa Elena mantuvo el formato pequeño como una marca distintiva de su trabajo, lo cual también le permitía transportarlo con discreción en momentos donde Guatemala atraviesa una violenta guerra civil –a fines de los años setenta Comalapa fue escenario de enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla. Según Asturias de Barrios y Berger, Rosa Elena “envolvía las miniaturas cuidadosamente en un tzute [cinta para la cabeza o pañuelo] o en su perraje [manta], que cautelosamente llevaba a la capital para vender a personas de su confianza en absoluta secretividad”.
La artista define sus obras como “pintura maya kaqchikel” frente a términos despectivos como “arte primitivista” o “arte naif”. Estas narran distintas actividades sociales en San Juan Comalapa, historias cotidianas de alegrías y tristezas, incorporando breves textos en donde describe a los personajes y las acciones. Sus imágenes destacan la tradición artesanal que sostenía económicamente a su comunidad (la producción de velas, panes, entre otros), y especialmente la producción textil que se manifiesta en el intenso colorido de los perrajes y huipiles que ella pinta con dedicada minuciosidad. Antes que ofrecer una mirada modelada para el consumo turístico externo, Rosa Elena (y otras pintoras mujeres, como su prima Rosa Elena Curruchiche) propusieron una representación situada que reclamaba el valor afectivo y político de labores habitualmente desestimadas por los pintores varones. Sus obras documentaron también las formas de violencia contra ellas, así como los castigos que recibían los hombres por actitudes machistas y de acoso.
Sus pinturas Presentando a las mujeres que construyen casitas (ca. años 1980) o Las capitanas del agua potable (ca. años 1980) son elocuentes del protagonismo de la mujer en labores consideradas masculinas desde la perspectiva urbana y occidental, señalando la responsabilidad colectiva por el territorio. Varias de sus piezas de esos años son también un testimonio de las transformaciones de las comunidades indígenas y las formas de negociación con los procesos de modernidad urbana que inevitablemente afectaron la continuidad de determinadas ceremonias y celebraciones de la espiritualidad maya.
Dos de las obras aquí exhibidas son excepcionales por mostrar autorrepresentaciones de la propia artista. En una de ellas Rosa Elena se pinta vendiendo dulces en el aniversario del caserío San Balentin. La obra evoca una de las tradiciones de la vida laboral de las mujeres, y en particular el trabajo que ella realizó en los primeros años de su vida en donde aprendió a elaborar dulces típicos con la intención de dedicarse al comercio y así sostener a su familia. En la otra pieza, titulada Rosa Elena pintando caserío Ochosij (ca. años 1980), la artista aparece de espaldas, pintando sobre un caballete, en medio de un espacio rural. La imagen ofrece un desplazamiento de las habituales representaciones de costumbres comunitarias hacia los escenarios de la llamada pintura paisajista, otro de los importantes estilos pictóricos en Comalapa. Sin embargo, esta obra se puede leer también como una representación desafiante y afirmativa de su derecho (y de las posibilidades de la mujer) de ejercer el oficio de la pintura, aún cuando eso significó enfrentar el egoísmo y la discriminación.
Miguel A. López. Curador
INFORMACIÓN
ARTISTAS: Rosa Elena Curruchich (Guatemala)
SALAS: Lado V
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