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Este texto forma parte de la publicación de TEOR/éTica “Virginia Pérez-Ratton. Travesía por un estrecho dudoso” y está basado en documentos del archivo digital de VPR, así como en conversaciones con Rolando Castellón y Tamara Díaz Bringas.

Virginia Pérez-Ratton inició su formación artística después de trabajar como docente de literatura francesa en la Universidad de Costa Rica (1971-1980). A partir de 1981 participa en talleres con diversos artistas locales – dibujo con Grace Blanco, pintura con Lola Fernández y grabado con Juan Luis Rodríguez. En la Escuela de Bellas Artes (Universidad de Costa Rica), dentro del programa CreaGraf, comparte con Héctor Burke, Emilia Villegas, Rudy Espinoza y Joaquín Rodríguez del Paso, entre otros. En 1988 asiste de manera informal a los talleres de grabado de la Escuela de Artes Decorativas de París, y luego, en 1989, se inscribe en la Escuela Municipal de Artes Decorativas de Estrasburgo, Francia, donde realiza una especialidad en litografía y técnicas experimentales de gráfica.

A partir de su regreso a Costa Rica en 1990, desde su taller ‘Atelier La Tebaida’, se dedica a investigar un lenguaje personal a través de la gráfica. Su trabajo más significativo en este campo es, sin duda, la serie de grabados “Juego para trece más una memoria” (1992). Sobre esta serie, que está conformada por 14 grabados seriados, Virginia escribe: “Mi trabajo en la gráfica busca la libertad dentro de una técnica que usualmente, una vez terminada la matriz, impone estrictas reglas de repetición. En tiempos en que nos sumerge la reproducción industrial, inmaculada e infinita, de imágenes de todo calibre, exploro las maneras de editar que me permitan producir múltiples únicos: presento catorce ediciones de formato y número igual, en donde cada ejemplar contiene leves variantes voluntarias que lejos de incidir en la unidad de la edición, la cohesiona por la reiteración de lo fortuito.”1

A partir de 1991 comienza a interesarse por la práctica de recuperación y de trabajo con objetos encontrados. Explora ensamblajes que integran estos elementos encontrados o recuperados con la gráfica. Utiliza también la pintura como puente entre el objeto y su representación o su abstracción.

En 1992 un temblor hizo añicos buena parte de los vasos y copas de su casa. Estos cristales rotos se convierten en un elemento central de sus primeras esculturas. En 1993 presenta estos trabajos, que fluctúan entre la pintura y el ensamble, en una exposición individual, “rupturas y transferencias”, en la Galería J. García Monge (San José).

Rolando Castellón recuerda estos trabajos como representativos de un momento de cambio en la obra de la artista y comenta: “Ella pasa del uso de la máquina –la prensa de grabado- a la incorporación de elementos “de la realidad”- en este caso las evidencias de un evento fortuito y terráqueo, como el terremoto- para la fabricación de sus esculturas. Toma de manera muy sensitiva todos estos pedacitos de vidrio y los coloca de modo que llevan el sentido de lo efímero, de lo vivo. Lo que ella estaba presentando en ese momento era de cierta manera una ilustración del terremoto, ‘arte vivo’, esculturas con elementos extraídos de la realidad, de eventos puntuales, con un componente emocional que a mi me interesó y me llevó a escribir un pequeño texto, no un texto formal, sino eso que en Nicaragua llamamos un prosema.”

A partir de este momento centra su investigación en la reutilización y transformación de elementos cotidianos portadores de una cierta memoria afectiva, como en las colecciones de loza o cristales rotos (Fregadero Blues, 1997) o en la instalación que incluye una secuencia de vestidos desde la infancia a la edad adulta (Hoja de Vida, 1995). Los vidrios rotos y fragmentos de loza serán un elemento recurrente en varias de la obras de Pérez-Ratton. Los retoma en Pecera (2000-2010), una urna de cristal que la artista fue llenando a lo largo de los años con cristales de vasos y copas rotas en la cotidianidad; en Souvenirs exclusivos (1999), una instalación de numerosas valijitas con tapas de vidrios en las que la artista guarda fragmentos de vidrio acumulados en el transcurso de sus viajes o los de sus amigos. Las ideas e imágenes de vulnerabilidad, ruptura, fragilidad, así como la influencia del contexto inmediato y los estereotipos que las estructuras sociales confieren a las relaciones humanas, atraviesan su obra.

En 1994, un jurado compuesto por Gerardo Mosquera (curador y crítico cubano), Aracy Amaral (crítica brasileña) y Jaime Suárez le otorga a VPR el Primer Premio de la Sala Abierta de la I Bienal de Escultura de la Cervecería Costa Rica por la obra De vidrio la cabecera (1994). En ella, un catre de metal, de recuperación, se presentaba con un colchón de vidrio transparente y una almohada de vidrio texturado con flores, rodeado con encaje blanco de algodón. El título alude a las implicaciones machistas de la conocida canción ranchera La cama de piedra.

Este mismo año acepta la dirección del recién creado Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) y enfoca su práctica en la investigación, la gestión y la curaduría, poniendo de lado su propia producción artística.

Durante este tiempo dos piezas procesales se destacan. Fragmentos de Muda (1999-2005) y Juego de Muda Incompleto (1999-2003). En sus múltiples versiones, estas dos piezas retoman la idea de los fragmentos, esta vez utilizando elementos fundidos en bronce, con baño de plata oxidada, a partir de calcos tomados del propio cuerpo de la artista “como si hubiera mudado de piel o más aún, como una metáfora del desolle.”3

Tamara Díaz Bringas escribe en 2003: “Desde el grabado y luego la instalación y el ensamblaje, la propuesta de VPR ha recurrido al objeto doméstico o personal, pleno de historia y afectividad. Desde sus vestidos hasta piezas rotas de la vajilla doméstica, esos objetos son portadores de memoria y experiencias de fragmentación.”4

Notas al pie:

  1. Virginia Pérez-Ratton, en compilación de textos propios sobre su trabajo. Esta selección es de 1992.
  2. Transcripción aproximativa de una conversación con Rolando Castellón en el 2012. Este prosema se incluye en “Virginia Pérez-Ratton. Travesía por un estrecho dudoso” pág. 383.
  3. Virginia Pérez-Ratton, texto sobre la pieza Juego de muda. Texto de 1992, modificado por ella en 2010. Texto completo incluido en “Virginia Pérez-Ratton. Travesía por un estrecho dudoso” pág. 397
  4. Díaz Bringas, Tamara. En el el trazo de las constelaciones. San José: Ediciones Perro Azul, 2003.

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